Los Collembola, también conocidos como colémbolos, son uno de los mayores ordenes de organismos cercanos a los insectos que habitan los suelos. Familiares cercanos de los lepismas, estos artrópodos incluyen más de 6.000 especies diferentes en todo el mundo. Ha dejado de considerársele insectos, pero aun se les cuenta como artrópodos por cuestiones de clasificación.
Reciben su nombre del apéndice que poseen situado en la sección ventral del primer segmento, denominado colóforo o tubo ventral (1). El nombre común de colémbolo proviene de un apéndice adicional bifurcado situado en el cuarto segmento, conocido como fúrcula (2), el cual es retenido por el tenáculo, que es otro apéndice localizado en el tercer segmento. La liberación de la fúrcula produce el salto del colémbolo, el cual puede ser de hasta 20 cm; no se trata de un movimiento controlado sino de un mecanismo de supervivencia.
Los colémbolos son hexápodos (de seis patas) sin alas, que han sufrido una metamorfosis incompleta. Estos animales no pasan por un estado larval ni de crisálidas, sino que nacen ya con el aspecto de adultos. Mudan la piel varias veces durante su vida, suelen ser de tamaño pequeño (menos de 6 mm) y necesitan ambientes muy húmedos para sobrevivir. Se alimentan de vegetación en estado de descomposición y de materia orgánica que encuentran en el suelo, así como de los cadáveres de otros colémbolos. No son considerados una gran amenaza para las plantas, a no ser que la población sea tan numerosa que comience a alimentarse de los tejidos blandos de las mismas. Sin embargo, al menos una de las especies de colémbolos más importantes sí supone una plaga de jardín o invernadero, ya que se alimenta del polen y los tejidos blandos de las flores. Los tejidos blandos comprenden particularmente flores y cogollos. Los colémbolos se sienten más atraídos por las plantas de colores más claros.
Colémbolos específicos de los cultivos
Existen, como mínimo, otras dos especies que tienden a constituirse como plagas específicas de cultivos. Prefieren condiciones climáticas frías, necesitan humedad y se presentan en un amplio rango de colores. A algunos de estos colémbolos se les conoce como “pulgas de la nieve” porque aparecen al principio de la primavera, cuando la nieve comienza a fundirse. Hay 4 familias importantes en este grupo que han sido encontradas en densidades de población extremadamente altas, de más de 750 millones de individuos por hectárea. Aunque en raras ocasiones se les considera un problema, sí que lo pueden llegar a suponer cuando se trata de poblaciones numerosas desarrolladas en hábitats humanos, pero igualmente necesitarán una fuente de alimento orgánico y elevados niveles de humedad para sobrevivir.
La presencia de colémbolos
No se les conoce por albergar ninguna enfermedad o patógeno en particular, ni son un vector principal de enfermedad; los insectos con piezas bucales para la captura e ingestión del alimento, como los colémbolos, raramente lo son, sin embargo, pueden transportar esporas fúngicas o bacterianas procedentes de otros habitantes del suelo y resultar así el elemento detonante de infecciones en sus áreas de alimentación. Para determinar la presencia y densidad de una población en cultivos de interior o exterior, puedes colocar una bandeja con agua en el suelo, debajo de las plantas, antes del riego; al ser atraídos por la humedad y no poder controlar sus saltos, algunos acabarán en el agua y se ahogarán, pudiendo así ser contabilizados más tarde.
Control de los colémbolos
El mejor modo de controlar a los colémbolos es mediante la modificación de las prácticas de cultivo. Un exceso de riego, restos de plantas o tierra que hayan quedado en suelos o bancos, y medios mal aireados son factores que contribuyen a un incremento población. Aunque existan insecticidas específicos para ello, el método de control más eficiente es una práctica de cultivo adecuada.
El mayor nivel de control se consigue a través de la limpieza antes, durante y después de la cosecha.
- Un drenaje apropiado es esencial para asegurar que el medio de cultivo de la planta no se sature y pueda secarse adecuadamente entre riegos.
- Utiliza un nuevo medio de cultivo y evita añadir material orgánico de otras fuentes.
- Para habitaciones contaminadas suele ser suficiente llevar a cabo una limpieza después de la cosecha, y aplicar temperaturas ligeramente elevadas durante un breve periodo de tiempo para que todo lo que se encuentre en la habitación pueda secarse completamente.
- Evita que vuelva a producirse una contaminación en la próxima cosecha.