La luz es esencial para todas las plantas. Con la ayuda de la clorofila y la energía luminosa, una planta puede producir azucares. Pero, ¿la luz sólo proporciona energía o también influye en la planta de otras maneras? ¿Los colores influyen en el desarrollo y el crecimiento de la planta? En este artículo nos ocuparemos, entre otros, de estos temas.
Los colores primarios
Según la teoría del color, existen siete colores básicos. Son los colores del arco iris: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil (índigo) y violeta. A estos siete colores, se les denominan “colores primarios”. Si se combinan todos los colores primarios, producen luz blanca, y se vuelven visibles, uno por uno, si un rayo de luz solar es dispersado por un prisma.
Los objetos pueden absorber, transmitir o reflectar los colores de la luz. Según la interpretación científica, los objetos tienen el color que no absorben. Por lo tanto, las plantas, que no absorben la luz verde, son verdes. También hay quién sostiene que, con mediciones de luz en la oscuridad, se puede observar que las plantas mismas también emiten partículas de luz y contribuyen así a su propio color.
Como nosotros, las plantas perciben pues la luz y los colores que las envuelven, pero lo hacen de una manera completamente distinta.
La luz roja
Las plantas son sensibles al rojo, como color espectral. La razón está en que las plantas disponen de un llamado “fotorreceptor” para la luz roja. Se trata de un pigmento verde azulado, llamado “fitocromo”, que se encuentra en las células de las plantas. El fitocromo se podría comparar con un ojo que sólo es capaz de ver la luz roja.
La luz roja influye de diferentes maneras en las plantas. Las plantas cultivadas con mucha luz de este color suelen ser grandes, pero, por lo general, también largas y delgaduchas. Si el fotorreceptor capta mucha luz roja –por ejemplo, en verano, cuando hay mucha en el exterior–, se incrementa, entre otros, la producción de una fitohormona, la meta-topolina. Esta hormona previene la descomposición de la clorofila en la planta, de forma que se queda verde en primavera y verano. Y mejor que sea así, ya que es justamente en estas estaciones del año cuando la planta necesita su clorofila, para convertir la energía solar en azúcares.
La luz roja influye también en la floración y la producción de semillas de la planta. Mediante la relación entre los colores rojo y rojo lejano en la luz, la planta decide si va a florecer o no. El periodo de floración puede alargarse, exponiendo la planta, durante la fase oscura, a una luz que contiene el color rojo. Pero en este caso, la cosecha se hace esperar más, un efecto, que naturalmente no se persigue. Por esta razón, se recomienda evitar el acceso al recinto de cultivo en fase de oscuridad.
Además, el componente rojo de la luz influye en el sabor, ya que contribuye a aumentar la concentración de terpenas (los ‘agentes de sabor’ en el cannabis). Eso sí, las hojas se vuelven algo más amargas.
Si se desea que las plantas produzcan semillas, se debe evitar un exceso de luz roja ya que puede causar un fuerte aumento de la producción de semillas masculinas. A no ser, naturalmente, que sea exactamente eso lo que uno esté buscando.
La luz azul
Aparte de la luz roja, las plantas perciben también la luz azul. El fotorreceptor correspondiente se llama “criptocromo”. Con mucha luz azul –como lo hay, por ejemplo, en otoño o invierno en el exterior–, este receptor inhibe la influencia de la fitohormona auxina que es responsable del estiramiento del tallo de la planta. Además, influye determinantemente en lo que llamamos “dominancia apical”, un fenómeno por el cual los ápices impiden que los brotes situados debajo de ellos formen ramas laterales.
Debido a esta influencia, con luz azulada se forman más brotes laterales y las plantas se quedan algo más cortas. Sabiendo esto, se comprende porqué las plantas “precrecidas” con luz azulada son más compactas y de complexión fuerte. En unos experimentos con luz azul con la variedad Haze, se obtuvieron cogollos como los que se esperarían de una índica. La formación de cogollos más anchos se explica con el hecho de que, debido a la reducida dominancia apical, se pudieron formar más yemas (más ramificaciones).
Por medio de la cantidad de luz azul, las plantas determinan también hasta qué punto se han de abrir los estomas. Cuanta más luz azul haya, más se abren, incrementando así la velocidad metabólica. Mucha luz azul conlleva, pues, un metabolismo aumentado que resulta en un crecimiento y desarrollo más rápido de la planta.
Además, la luz azul es responsable de la orientación de las hojas y los ápices en dirección de la luz. La luz azul también inhibe, por cierto, la excesiva formación de hojitas en los cogollos y aumenta la proporción de semillas femeninas en las plantas fecundadas. En cambio, una deficiencia de azul en el espectro puede reducir la cosecha fácilmente en un 20 %. La relación recomendable entre luz roja y luz azul es de 5:1.
La luz verde y los otros colores
Las plantas son bastante insensibles a la luz verde. La razón está en que –por lo que sabemos– no poseen receptores para este color. Probablemente es así porque las plantas no absorben casi nada del componente verde de la luz recibida. Las plantas que crecen con luz verde se quedan muy débiles y no suelen sobrevivir demasiado tiempo.
Se entiende que las plantas sólo perciben determinados colores si poseen receptores específicos para ellos. Si se trata de otros colores, las plantas no son ciegas, pero sí un poco daltónicas. Reaccionan a la luz naranja o amarilla más o menos como si fuera roja, y a la luz añil o violeta como si fuera azul.
La luz “invisible”
Aunque las plantas sean un poco daltónicas, son capaces de percibir colores que para nosotros son completamente invisibles, como, por ejemplo, el rojo lejano. Muy a menudo, las plantas se sirven de la relación entre la luz roja y roja lejana. Las semillas, por ejemplo, la usan para determinar si deben germinar o no. Además, sirve a las plantas para determinar si hay otras plantas en su entorno y, dado el caso, cuántas son.
Como las plantas absorben mucha luz roja, pero reflectan la luz roja lejana, hay menos luz roja en el entorno de una planta si existen plantas vecinas. Como consecuencia, las semillas esperan para germinar y las plantas jóvenes ya presentes crecen más rápidas para alcanzar la altura de las otras plantas de su alrededor y así poder recibir luz suficiente para la fotosíntesis.
La luz roja lejana no es adecuada para el cultivo, justamente porque tiene efectos opuestos a los de la luz roja. Una alta proporción de luz roja lejana, la presentan, por ejemplo, las bombillas incandescentes.
También la luz ultravioleta (UV) ejerce una influencia sobre las plantas. Las plantas la perciben, igual que la luz azul, por medio del fotorreceptor criptocromo. Todavía no se sabe con seguridad, si hay más fotorreceptores para la luz UV. Al incrementar el componente UV de la luz, aumenta la concentración en antocianina, un pigmento rojo azulado que protege las plantas contra la radiación ultravioleta, pero también contra la penetración de microorganismos.
La formación de antocianina se observa también en caso de problemas como, por ejemplo, una deficiencia de nitrógeno. La luz UV no sólo afecta el ADN y las membranas de la planta, también estorba directamente la fotosíntesis. Resumiendo se puede constatar que un exceso de luz ultravioleta es perjudicial para las plantas.
Luz es visión
Como hemos visto, la luz no sólo es esencial para las plantas porque proporciona la energía para la fotosíntesis. Sólo con investigar un poco, hemos descubierto que los colores son determinantes para muchos de los procesos que tienen lugar en las plantas. Las plantas son capaces de percibir los colores que revisten importancia para ellas. Los colores les indican las condiciones en que se encuentran y, de esta manera, sus posibilidades de sobrevivir y reproducirse.
Podemos constatar que, para un buen desarrollo y crecimiento y una buena floración de las plantas, la composición de la luz que reciben tiene, al menos, la misma importancia que la cantidad. Se debe tener en cuenta que las plantas no sólo perciben la composición de la luz directa, sino también la de la luz indirecta, es decir, la luz que llega a las plantas reflectada por otros objetos (por ejemplo, muros u otras plantas).