El jengibre ha gozado siempre de gran popularidad en la cocina durante siglos, tanto en el mundo oriental como en el occidental. Su versión deshidratada puede ser utilizada como remedio para problemas de estómago e intestinales. La planta del jengibre proviene de climas tropicales y tiene hojas alargadas y aromáticas, pero son sus tubérculos, con sus bultos y dedos, la parte de la planta que se puede utilizar como alimento. La versatilidad del jengibre permite que pueda ser utilizado para la fabricación de una gran variedad de productos que van desde bizcochos picantes y panes a bebidas y dulces. También es ampliamente utilizado en la cocina asiática, lo cual no es una mera coincidencia, ya que el origen de la planta se sitúa en el sureste asiático, y sus bonitas flores, con tonalidades rojizas y amarillentas, son un atractivo reclamo para ornamentación hoy en día. Pero ahora adentrémonos un poco más en el mundo de una plantas con una historia tan fascinante.
Tanto el nombre por el que la conocemos, jengibre, como su denominación proveniente de la Botánica, Zingiber Officinale, derivan de “sinabera”, término del sánscrito que significa “con forma de cuerno”. Los primeros cultivadores de jengibre le encontraban al rizoma de la planta -el tubérculo abultado al que va unido el resto del sistema radicular- parecido con las astas de una cornamenta. Es este rizoma lo que se vende como raíz de jengibre en los supermercados y, con un poco de imaginación, podemos realmente ver el parecido con unas astas.
La especia que cura todas las enfermedades
Se sabe muy poco acerca del origen del cultivo del jengibre. Los historiadores piensan que la planta no existía en el formato actual, sino que fue creada por el ser humano. La planta del jengibre lleva en la cultura china más de 3000 años. Las raíces deshidratadas del jengibre fueron llevadas de China y la India a Oriente Medio, y finalmente llegaron a Europa. Eran transportadas por la Ruta de la Seda junto con otras especias consideradas de lujo, oro y piedras preciosas. Hoy día, la mayoría del jengibre proviene de Asia, siendo India la mayor productora, seguida de China e Indonesia. Otros países productores de jengibre son Nepal, Australia, Nigeria y Fiji.
Hace unos 2000 años, las raíces de jengibre eran consideradas diamantes raros en el Imperio Romano y sólo unos pocos podían permitirse un simple tallo. Las propiedades curativas del jengibre lo convirtieron en un producto muy valorado, llegando a ser considerado una cura milagrosa para todo tipo de enfermedades y dolencias. Se utilizaba como analgésico, relajante, refrescante bucal, alivio para la congestión nasal y antiséptico y, por si todo eso fuera poco, también era un remedio contra la gripe, el catarro, la fatiga, el dolor de cabeza, las migrañas, las náuseas, la fiebre, los trastornos intestinales, la diarrea, el dolor menstrual e incluso la impotencia.
Sexo
Algunas de las historias sobre las propiedades milagrosas del jengibre llegaron a adoptar proporciones míticas. Una de ellas habla de un príncipe de Arabia quien, a pesar de poseer un harén lleno de mujeres maravillosas, era incapaz de concebir un heredero. Había probado todos los remedios que los doctores le habían ofrecido, pero todo en vano. Un día, llegó a su palacio un mercader ambulante y le ofreció una misteriosa bebida de jengibre. Ya sea por el jengibre o por alguno de los misteriosos componentes del brebaje el príncipe quedó inmediatamente curado de sus afecciones y, según cuenta la historia, pasó siete días y siete noches ininterrumpidas con su harén. El príncipe se sintió tan agradecido que premió al mercader con su peso en oro.
El jengibre en la cocina
Lo cierto es que hay algo de verdad en todas esas leyendas sobre el jengibre, ya que está demostrado que contiene substancias activas que pueden tener un efecto beneficioso en el cuerpo humano. Una de ellas es el gingerol, la cual, conforme el jengibre se va deshidratando, se convierte en shogaoles, que sirven para combatir las náuseas y otras afecciones estomacales.
Además, el jengibre es perfecto para dar vida a la comida. La intensidad de su sabor varía según el grado de madurez con el que haya sido recolectado. Cuanto más madura sea la planta, más picantes serán sus raíces. Las raíces de una planta de jengibre joven son más blanditas y suculentas y tienen un sabor más suave. Estos jóvenes tubérculos pueden consumirse frescos o se pueden conservar en vinagre, soda o jerez, entre otros. Las raíces de jengibre menos maduras son también perfectas para hacer té, bastará con que le añadas azúcar y limón a tu gusto.
El jugo de las raíces más maduras, sin embargo, tiene un fuerte sabor y es muy utilizado en la cocina oriental. Las variedades más picantes son un elemento indispensable en la cocina china, japonesa y de muchos otros países del sur de Asia. Por ejemplo, el jengibre es uno de los ingredientes más importantes del curri de la India y también se utiliza abundantemente en la cocina birmana. La bebida de jengibre conocida con el nombre de Wedang Jahe, está hecha a base de jengibre y azúcar de palma y proviene de Indonesia. En Bangladesh, el jengibre es cortado muy fino o molido para amasarlo junto con ajo y chalotes; esta pasta es la base de muchas recetas con pollo y otros tipos de carne.
¡Cultívalo tú mismo!
El jengibre es una planta tropical que puedes cultivar tu mismo y que no requiere demasiado conocimiento experto. Se comienza con una raíz de jengibre (el rizoma de la planta), que se puede encontrar en cualquier supermercado. Selecciona la pieza con las yemas más desarrolladas, que es de donde saldrán los brotes.
El siguiente paso consistirá en partir la pieza en varias partes, con una yema cada una, y plantarlas en una bandeja con mantillo humedecido que tenga suficientes nutrientes y un buen drenaje. El momento idóneo para ello suele ser al final del invierno o principios de primavera.
Mantén el cultivo en el interior porque el jengibre no suele llevar bien el invierno. El uso de calefacción central podría dejar el aire demasiado seco, por lo que convendría rociar las plantas con un atomizador de vez en cuando. Las plantas de jengibre aman la luz y el calor, pero también soportan perfectamente la exposición a la luz solar fuerte. Evita el frío, el viento y las corrientes a toda costa. Las puntas al final de cada “dedo” del rizoma germinarán rápidamente y en ocho o diez meses la planta habrá completado su crecimiento, pudiendo alcanzar hasta metro y medio de altura, algo que tendrás que tener en cuenta en tu lugar de cultivo.
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Receta
Después de tanto hablar del jengibre no podíamos irnos sin dejaros la receta de un suculento salteado tailandés, pero no os preocupéis que no requiere de demasiado tiempo de preparación. Es realmente simple y, aparte del tiempo que se necesita para el marinado, solo os llevará unos 10 minutos prepararlo.
Necesitaréis:
- 3 cebolletas cortadas en aros
- 1 pimiento cortado en rodajas
- 2 dientes de ajo en rodajas muy finitas
- Jengibre rallado
- Unas gotas de salsa de pescado
- Aceite de sésamo
- 1 cucharada de aceite de oliva
- Medio pepino sin piel ni pepitas
- 10 gambas tigre, crudas y peladas
Preparación
Vierte todos los ingredientes juntos en un wok y déjalos marinar durante una hora. Después enciende el fuego y saltéalos durante 10 minutos hasta que las gambas estén cocinadas. Sírvelo con arroz o fideos chinos. ¡A disfrutar!